sábado, 8 de agosto de 2015

RE-CONOCIÉNDOME

Ahora que estoy más cerca de los 40 que de los 30, me he ido dando cuenta que en realidad apenas estoy comenzando a conocerme. Pesadamente, cargaba un alud de ideas de lo que se supone que debería ser, de cómo me gustaría ser y de lo que era, qué,  viéndolo bien no soy, ni sigo, ni creo.

Estoy reconciliándome con este hallazgo.

El miedo se levanta como una ola ante los descubrimientos de piezas en mí que no corresponden a la categoría de deseables, admirables ni útiles, aunque este último adjetivo sea cuestionable porque a fin de cuentas todo termina por ser útil ya sea como apoyo o como contraste. En fin que, esto de verme a mí misma, cada vez con menos velos, es al mismo tiempo emocionante y aterrador. Promete una liberación de lo inalcanzable por innecesario y de lo ideal por improbable, augura una relajación que desconozco desde que tengo memoria y que guardo en mi imaginario como el paraíso perdido de lo que no es.

Acomodarme en este mundo tal cual es y en esta humanidad que llevo, sin el peso de los deberes carcomiéndome el placer, apoltronarme en el paso diario de los días y su cotidiano discurrir, como si de una hamaca se tratara, permitiéndome aceptarle a la vida sostenerme sin la arrogante ilusión de que es mi voluntad quien me alimenta, relajarme en sus brazos con la confianza y el arrojo de la niña que comienza a estrenar sus piernas como medio de locomoción, segura de que su madre o la tierra la acogerán cuando caiga y mientras camina...

Reconocer lo vivido, lo experimentado, contrastarlo con las teorías, recuperar la voz de lo silenciado, recomponer los rotos de los "fracasos", con el perdón, con la comprensión y la compasión de no pertenecer a ninguna clase de superheroína y acogerme a mí, completita y no en retazos, sin la cuota diaria de requisitos que me cobro para ser feliz, sin la obligatoriedad de la felicidad como barómetro de mi bien hacer, deshojando como margaritas los pensamientos de lo que es mejor, para soltarlos al viento y recuperar lo que ya es.

Darme a mi historia, mi presencia y mi ser, el valor que sólo yo puedo darle y agradecer el privilegio de existir, de estar vibrando, respirando, sintiendo y amando, de estar temiendo, pensando, digiriendo, viendo y escuchando.

De darle a la experimentación, la exploración y la experiencia, un lugar preponderante al de las ideas, de viajar más ligera pues!

Mucho gusto Vanessa, encantada, es un placer conocerte. 

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